la princesa suspiraba.
Siempre inventando quimeras,
siempre tocando una flauta.
En palacio se contaban,
de la princesa hechizada,
que no encontraba el amor,
que no soñaba con nada.
Miles de apuestos donceles
habían ido a cortejarla,
pero ninguno agradaba
a la princesa hechizada.
Los miraba con desdén,
apenas les dirigía palabra;
iba luego hacia las sombras
de su alta torre encantada.
Pero ella en sus canciones
un gran amor se inventaba,
un príncipe que venía de lejos
y a grupas se la llevaba.
Era moreno en sus sueños,
con ojos de noche estrellada,
era grácil y muy fuerte,
una voz que acariciaba…
Había nacido en el mar,
en una isla lejana,
se paseaba los océanos
nadando en la azul distancia…
Le contaba de aventuras,
se inventaba mil cruzadas,
por mares infinitos
y montañas encantadas…
Le hablaba de mil princesas
que a sus pies le adoraban,
se llamaran Cenicienta,
les dijeran Sherezada…
Pero el príncipe del sueño,
nunca la felicidad encontraba,
iba por los caminos del mundo
tras su quimera inventada…
Y allá en la torre más alta,
Suspiro siempre solitaria,
destejiendo mil baladas
que al ocaso regalaba…
Un día su música de ángeles
llegó a una tierra lejana,
sobre su corcel de oro y plata
el soñado príncipe paseaba…
Un extraño sentimiento
le partió en dos el alma,
al escuchar esa flauta
que solo de amor le cantaba…
Espoleando a su caballo,
la ilusión en su mirada,
el príncipe rompió mil caminos
tras la princesa hechizada…
Y allá en la torre tan alta,
tan lejana, abandonada,
ella que le ve acercarse
con ardor en sus palabras…
Pero eran otros sus ojos,
otra, la risa soñada,
su pelo ya encanecía
de tanto y tanto buscarla…
Un adiós, lejos un príncipe
y en la torre queda Suspiro,
quien por su quimera imposible
siempre sueña, siempre aguarda…
(C) Enrique Pérez Díaz
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMXI