Anónimo - España
Estaba la Catalina
sentada bajo un laurel
gozando la frescura
de las aguas al caer.
De pronto pasó un soldado
y lo hizo detener.
- Deténgase usted soldado
que una pregunta le quiero hacer.
- ¿Ha visto a mi marido
que a la guerra fue una vez?
- No he visto a su marido,
ni tampoco sé quién es.
- Es alto, rubio y guapo
tan guapo como usted.
Y en la punta de su espada
lleva escrito Juan Andrés.
- Por sus señas, señora
su marido muerto es;
sentada bajo un laurel
gozando la frescura
de las aguas al caer.
De pronto pasó un soldado
y lo hizo detener.
- Deténgase usted soldado
que una pregunta le quiero hacer.
- ¿Ha visto a mi marido
que a la guerra fue una vez?
- No he visto a su marido,
ni tampoco sé quién es.
- Es alto, rubio y guapo
tan guapo como usted.
Y en la punta de su espada
lleva escrito Juan Andrés.
- Por sus señas, señora
su marido muerto es;
en la mesa de los dados
lo mató un genovés
Y me ha dejado el encargo
que me case con usted
y que cuide de sus hijos
tal como lo haría él.
- Eso sí que no lo haría,
no me lo permita Dios;
siete años lo he esperado
Y siete más lo esperaré.
-Si a los catorce años no viene
yo de monja entraré
- Eso sí que no lo haría,
no me lo permita Dios;
siete años lo he esperado
Y siete más lo esperaré.
-Si a los catorce años no viene
yo de monja entraré
y a mis seis hijos varones
con el rey los llevaré.
Que le sirvan de vasallos
y que mueran por su fe,
y a mis seis hijas mujeres
conmigo las llevaré.
Calla, calla, Catalina.
Calla, calla de una vez,
que estás hablando con tu marido
que no has sabido reconocer.