Herman@s
Lourdes García Esperón
Soy la
menor de tres hermanas
y ahora de
grandes,
no hay
diferencia
en las
edades.
Pero en la
infancia
era
importante
ser la más
chica,
o la de en
medio
y ser la
mayor.
María leía,
Ángela y yo jugábamos.
Las tres
cantábamos,
bailábamos…
Soñábamos
en ser
princesas,
flores,
gaviotas y mariposas
o bellas
hadas.
¿Dónde
vivíamos?
En el
Palacio de una princesa
o en el
bosque de Blanca Nieves,
en
madriguera de algún conejo,
con el rey
Midas, con Sherezada
y en cada
cuento que había en la casa.
Con una
lámpara, una escalera
el
tocadiscos y la penumbra
de nuestra
sala,
representábamos…
Mientras tú
actuabas
yo
iluminaba
y ella
aplaudía
Contra el
tedio
imaginábamos
viajes
insólitos
en esa sala
de aquella
casa.
En el
jardín
grandes
bautizos
se
organizaban…
el de una
rana
en su
cubeta con mucha agua.
Nos disfrazábamos
Con ropa
antigua
Que había
en los closets.
Éramos hadas,
Malvadas brujas,
novias y
reinas
o
cupletistas.
Y aunque
reñíamos
-por
tonterías-
siempre el
juego
nos volvía
a unir
Ahora al
crecer,
sin
escalera,
sin
tocadiscos
sin esa
lámpara,
las tres
llevamos
esa
penumbra iluminada
de nuestra
sala.
María
escribe
Angela
baila
y yo
confieso
que me
divierte
estar con
niños
leyendo
cuentos.
Miro mi
infancia
con mis
hermanas
jugando y
riendo,
siempre
inventando
siempre
cantando
siempre
soñando.
Viviendo en
cuentos.
Que
divertidos son los hermanos,
qué
entretenido nos la pasamos;
qué
aburrido, si no estuvieran
qué solos
nos sentiríamos.
Aunque
peleemos, aunque riñamos
tenemos
siempre a nuestros hermanos.
Nos
molestamos,
nos protegemos,
nos escondemos,
nos
encontramos.
No importa
si tienes uno,
dos o
cuatro u ocho,
si eres el
sándwich,
si el mayor
eres o el benjamín.
Si eres
mellizo
o hasta
trillizo,
Mejor que
todo es no ser el único.
Qué buenos ratos
recordaremos
cuando
crezcamos
de aquella
infancia
que compartimos
y llevamos dentro.